Andalucía, otra mirada

«Blas Infante, que sostuvo una magnífica relación con Lluís Companys, acabó sus días fusilado por las balas asesinas del franquismo»

Traducción del artículo de opinión publicado por Josep Lluís Carod-Rovira en NacióDigital.cat el jueves 26 de marzo de 2015

Las elecciones al parlamento andaluz han dejado un mapa político más plural y más fragmentado que lo que había ahora, pero PSOE y PP siguen siendo los dos partidos más votados. Proporciones al margen, sin embargo, se trata de una composición identitariamente española, strictu senso. Las siglas en nombre de las cuales los diputados ocuparán sus escaños son siglas que, a partir de ahora, se verán también en otros parlamentos, incluidos el congreso y el senado de España, las únicas siglas que, seguramente, se irán repitiendo en todas partes. No estamos ante un proceso de pretendida renovación y regeneración política andaluza, sino exclusivamente española. No hay, pues, en la asamblea parlamentaria andaluza, ninguna formación política estrictamente andaluza, que represente un proyecto político pensado en exclusiva para Andalucía, sino que se trata de formaciones políticas de ámbito estatal, con un proyecto único para España , que se presentan a las elecciones en Andalucía, al igual que concurren a las elecciones en Murcia o La Rioja. Y, sin embargo, desde el punto de vista legal, Andalucía es, como asegura el artículo 1 de su estatuto de autonomía, una nacionalidad histórica que, paradójicamente, no dispone de fuerzas políticas nacionales, sino subsidiarias de otras de ámbito estatal español.

El nombre más destacado del andalucismo, o nacionalismo andaluz, es el de Blas Infante, quién, en 1915, alrededor del Ideal Andaluz, reivindicó la personalidad andaluza y, con los ojos puestos en la experiencia catalana, creó un órgano administrativo, la Mancomunidad de Andalucía, con el fin de cohesionar, articular y modernizar la totalidad del territorio andaluz.

Tres años después, en Ronda, una asamblea andalucista aprobó la bandera y el escudo de Andalucía. En 1919 el manifiesto andalucista de Córdoba definía Andalucía como realidad nacional y, en 1933, las Juntas Liberalistas, encabezadas por Blas Infante, aprobaban el himno andaluz. Seguidamente se formó la Pro-Junta Regional Andaluza, con el objetivo de hacer prosperar un estatuto de autonomía que la Guerra Civil convirtió en un sueño imposible. Blas Infante, que sostuvo una magnífica relación con Lluís Companys, acabó sus días como nuestro presidente, fusilado por las balas asesinas del franquismo. En 1983, el parlamento andaluz le nombraba por decreto "padre de la patria andaluza".

En realidad, sin embargo, la voluntad de autogobierno ya arrancaba del siglo XIX, cuando menos de 1883, con la constitución federal redactada en Antequera. Muerto el dictador, el Principado de Cataluña, Galicia y el País Vasco de las tres provincias, acceden a la autonomía por la vía rápida, el artículo 151 de la constitución española, por haber tenido estatutos de autonomía antes del franquismo, y no por el 143, o vía lenta.  Y, seguidamente, se produjeron una serie de hechos ciertamente singulares. En los momentos anteriores al estatuto andaluz, la provincia de Huelva se planteó separarse de Andalucía para integrarse en Extremadura, mientras el partido gobernante en el estado, UCD, defendía la creación de dos comunidades autónomas diferentes , con dos parlamentos, dos gobiernos y dos banderas: Andalucía Oriental y Andalucía Occidental, siguiendo el modelo de las dos Castillas, una vez escindida la provincia de Madrid, hasta entonces castellana.

Un pacto entre Adolfo Suárez y Felipe González, representantes de los dos primeros partidos españoles, acordaba un estatuto de autonomía único para las ocho provincias andaluzas, pero sin Ceuta y Melilla, y el acceso a la autonomía por la misma vía que catalanes, gallegos y vascos, definiendo Andalucía como "nacionalidad histórica". Surgió entonces el tropiezo de Almería, donde el nivel de participación era inferior al establecido legalmente, por lo que el estatuto no podía entrar en vigor, ya que no podía quedar oficialmente ratificado. El PSOE propuso repetir allí el referéndum y la UCD optó por la vía lenta del artículo 143. Finalmente, un nuevo acuerdo entre A. Suárez y F. González, burló la legislación vigente, hizo un verdadero juego de manos legal, una argucia política y "por motivos de interés nacional" las cortes aprobaron la sustitución de los resultados populares en Almería, por el criterio de diputados y senadores de la misma provincia y "a otra cosa mariposa" ...

En 2007, Andalucía aprobó un nuevo estatuto, donde se hablaba de la "robusta y sólida identidad" andaluza y se hacía referencia a la "voluntad inequívoca por la autonomía plena frente a los que no aceptaban que fuéramos una nacionalidad al mismo nivel que las que se acogían al artículo 151 de la constitución ". Desde entonces, siempre ha mandado el PSOE, mientras, en España, los andaluces Felipe González y Alfonso Guerra cortaban el bacalao y hacían el AVE a Sevilla, antes que a cualquier otro punto del territorio. Ex presidentes de la Junta de Andalucía y antiguos Consejeros se convertían en ministros y triunfaban en Madrid. Sin partidos "nacionales" con vocación de mayoría y cultura de gobierno, el PSOE ha sido, de hecho, el partido de los andaluces, aquel con el que más se identificaba la población, aquel que les parecía que mejor podría representar y proteger sus intereses. El PSOE andaluz ha sido y es la gran reserva de votos para el partido a nivel estatal y, desde el parlamento andaluz, a menudo se ha recurrido a Cataluña y no a Madrid, como dinámica de confrontación nacionalista y enemigo exterior contra el cual derivar todo malestar, tal y como sucede en Extremadura. Sin ser un partido nacionalista o regionalista andaluz, en la práctica el PSOE ha hecho esta función, al igual que el PP de Fraga en Galicia o el PP de Cañellas en Baleares.

Con una estructura económica atrasada y un entramado político, por lo menos singular, Andalucía no ha tenido suerte en su vida como pueblo. Como Jalisco, donde los charros y el tequila se han convertido en los referentes identitarios internacionales de México, en Andalucía le ha pasado algo similar con el flamenco y los toros, con respecto a España. Internacionalmente, se asocia la imagen de España a unos referentes culturales o folclóricos que lo son sólo de Andalucía. Lamentablemente, los "señoritos", las grandes familias latifundistas, la picaresca, el nivel sorprendente de analfabetismo que aún queda, el PER, la corrupción, los toreros y cantantes, folclóricas y famosos, son la sarta interminable de tópicos que han perjudicado, enormemente, la imagen de un pueblo que se merece mucho más. Habitualmente, el recurso tronado a ciertas pretendidas virtudes (la gracia, la simpatía, el señorío, el arte, el poderío, etc) ha sido un factor anestesiante, que impedía ver las injusticias sociales existentes, la desigualdad de oportunidades y los abusos de todo tipo y, en consecuencia, no se estaba en condiciones de cambiar el estado de las cosas. La emigración ha sido la única salida que a menudo han tenido los que querían huir de la miseria, el subdesarrollo y el caciquismo. El relato de esta tragedia colectiva ya fue hecho, en 1970, por Alfonso Carlos Comín, en Noticia de Andalucía.

Experiencias como el Partido Andalucista, antes Partido Socialista de Andalucía, con personajes como Alejandro Rojas Marcos o Pedro Pacheco, que llegaron a tener grupo parlamentario propio en Madrid y dos diputados en el Parlamento catalán, han sido borradas. Y la misma Izquierda Unida, tan importante en otras épocas, con referentes como el de Marinaleda o el Sindicato de Obreros del Campo, han sido desplazados a la cola de la representatividad popular. Otras formaciones como la independentista Nación Andaluza tienen un papel irrelevante en la política cotidiana y, más aún, Liberación Andaluza, que propugna una Andalucía independiente con unos límites geográficos superiores a los actuales y el árabe como lengua oficial, mientras algunos de sus miembros se han convertido al islam para volver a las raíces.

En fin, no parece fácil poder tener un proyecto propio de nacionalidad histórica, sin fuerzas políticas propias de esta nacionalidad, dispuestas a gobernar y a hacer la revolución aún pendiente en Andalucía: la de la propiedad de la tierra, el acceso a la cultura y a un trabajo digno y debidamente remunerado, sin tener que emigrar. La modernización democrática, económica, social, política y cultural de Andalucía, tendrá que seguir esperando. Y sentimos, de verdad, que así sea, sobre todo aquellos que conocemos el paisaje andaluz y su gente y tenemos amigos y conocidos que, comprometidos en nuestro proceso de emancipación nacional, no pueden dejar de mirar al sur de la península, con añoranza y con rabia, deseando un futuro mejor para la que fue su tierra o la de sus antepasados. Se lo merecen. Un día, lo tendrán.

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